martes, 25 de octubre de 2016

FUNDACIÓN DE LA ORDEN DE AGUSTINAS DESCALZAS:

Conociendo el fervor de Santa Teresa de Jesús y entusiasmado por su recién reformado estilo de vida, San Juan de Ribera (Arzobispo de Valencia) deseó se hiciese en su diócesis un monasterio de Carmelitas Descalzas, pero no pudo ser. 
Dios tenía reservada una sorpresa. Fundó una Orden femenina de vida íntegramente contemplativa a las que llamó Agustinas Descalzas, en Alcoy (Alicante): la casa madre y año de 1597.
La primera comunidad la conformaban religiosas que procedían de las Agustinas Canonesas y las Carmelitas Descalzas de Valencia, a la cabeza de la cual estaba Sor Dorotea de la Cruz.
Aquella primera casa tenía una misión especial: amar a Jesús Sacramentado por todos los que no le aman, en el mismo sitio donde había sido profanado.
Pero las dotó de una pincelada singular: las Agustinas Descalzas guardarían la Regla de San Agustín y las Constituciones de la Santa de Ávila, Teresa de Jesús.
Durante el siglo XVII la Orden se extenderá hasta llegar al número de nueve conventos, por la zona del Levante español.

San Juan de Ribera fundó la Orden de Agustinas Descalzas en el año 1.597, cuyo primer monasterio fue en la villa de Alcoy (Alicante).

A raíz de un sacrílego robo del Santísimo Sacramento del sagrario de la parroquia, y con el único fin de reparar, se construyó una capilla en el mismo sitio donde fueron halladas las Sagradas Formas, enterradas en una caballeriza cercana a la parroquia. En este mismo sitio se levantó, tiempo después, el primer monasterio dedicado al Santísimo Sacramento, y que iba a dar inicio a la nueva Orden fundada por el Patriarca de Valencia, el obispo San Juan de Ribera.

San Juan de Ribera, nació en el año 1.530 y murió en el 1.611. Su festividad la celebran con piedad y regocijo sus hijas, las Agustinas Descalzas, el 14 de enero.

Las Monjas Agustinas Descalzas, fieles al espíritu de San Juan de Ribera, a sus intenciones evangélicas y al ejemplo de su santidad, tratamos de imprimir a toda nuestra vida un profundo sentido sobrenatural, copiando las virtudes de caridad y humildad de nuestro Padre Fundador, así como su devoción al Santísimo Sacramento y su celo en el servicio de la Iglesia.

El misterio eucarístico es verdaderamente el centro de nuestra vida comunitaria. Ésta gira en torno al sagrario, como quiso nuestro Fundador, y el acto principal de cada día es la celebración de la Santa Misa, en donde las monjas rendimos nuestro mejor culto a Dios con actos de amor, de adoración y de alabanza.

Nos ofrecemos a nosotras mismas junto con la Hostia Inmaculada, juntamente con el sacerdote.

Somos adoradoras especiales de Jesús en la Eucaristía, por lo que procuramos visitarlo con frecuencia a lo largo de nuestra jornada monacal.
La monja Agustina Descalza se considera por la profesión, unida a Cristo, sustentadora y defensora de las ofensas que reciba, sobre todo en el Santísimo Sacramento. 
Aspiración a una vida más perfecta, participamos muy estrechamente en el misterio de la Redención, padeciendo con Cristo, llevando en alto la cruz y no dejándola de las manos.
Nuestro principal saludo es el lema de San Juan de Ribera: 

"Alabado sea el Santísimo Sacramento del Altar; 
sea por siempre bendito y alabado".


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